“Al representar la samaj lo secreto, también representa su
revelación. Y la manera de revelar lo que está oculto en el subconsciente es
recordar, dejar que la memoria traiga su carga de información. Por esta razón
debió abandonar su posición primitiva entre Netzaj y Yesod, demasiado interna
para lo que se esperaba de ella, y pasar al sendero que une Tiferet y Hod. En
este caso, la mente era necesaria para dar forma a los recuerdos que fuesen
apareciendo, y a la vez, también era aconsejable la cercanía al entorno social,
pues de él podrían venir estímulos para el recuerdo en forma de asociaciones de
ideas. Pero todo recuerdo es siempre fragmentario, porque falta el elemento esencial
del presente, del aquí y ahora. A
causa de esta fragmentación, se asoció la letra con el Arcano XV, El Diablo,
símbolo de lo que se recuerda y de lo que no se recuerda, del subconsciente, de
lo inferior por debajo de lo consciente.”
Séfer Ha Neshamá (Jaime Villarrubia, Carmen Haut, Dulce Mª Millera)

La letra hebrea que corresponde al sendero 15 es la letra ס samaj del alefato, cuyos significados simbólicos son “secreto”, “base, fundamento” y “ouroboros”. El Sefer Yetziráh dice de ella: “El hizo a la letra nun reinar sobre el sueño, y la ciñó una corona y combinó una con otra y con ellas formó a Sagitario en el Universo, Kislev en el Año y el estómago en el alma masculina y femenina”.
Y después del Angel del Arcano XIV
nos encontramos con el Diablo en el XV. El 15, la “niña bonita”, no es tal,
como tampoco es nefando el 13, ya que el SenderoXIII representa realmente a Jesús, el Cristo, rodeado de sus 12 apóstoles. Esta es una
numerología solar, basada en la astrología, en la que el sol recorre 12 casas
zodiacales, y también puede verse en la leyenda de Arturo y sus 12 caballeros
de la Tabla Redonda. Los senderos XIII del Cristo y XV del Diablo ocupan
posiciones opuestas en el Arbol de la Vida, pero ambos, representando la Luz y
la Sombra, confluyen en Tiferet, formando, junto con el
Sendero XVI, la Tríada del Despertar.
Es necesario integrar nuestra luz y nuestra sombra si queremos transcender,
pues si mantenemos un conflicto interno entre ambos no dispondremos de la
suficiente energía para dar el siguiente paso.

Existe ciertamente un olvido de
nuestra esencia divina, y esto es parte del juego. Pero si no sentimos siquiera
el deseo de crecer, de evolucionar, nos mantendremos en la esclavitud de la
ignorancia, y ésta es, como bien afirma el budismo, la causa de todo
sufrimiento. Si únicamente vivimos en la esfera física y emocional este mundo,
que puede ser un paraíso, se convierte en el denostado “valle de lágrimas”. El
Diablo, el Señor de la Mentira, es el rey de este mundo, pero también este
mundo, Malkut, es la morada de la Shekináh.
La prueba que nos presenta este
arcano de El Diablo es la confrontación con la sombra, con nuestro lado oscuro,
con nuestro inconsciente. Citando a Antonio
Blay: “El inconsciente personal está
creado por nosotros con todas las cosas que no hemos aceptado vivir”. La
causa de esto es que nos identificamos con un personaje que no somos realmente,
y todo aquello que va en contra, que no cuadra con él, lo rechazamos y lo
encerramos en ese “cuarto oscuro” que es el inconsciente. Naturalmente, el
mantener estos contenidos inhibidos no hace que desaparezcan, sino que, cuando
la presión es excesiva, salen a la luz. Y pocas cosas son tan temibles coma la irrupción del inconsciente: delirios
mentales, somatizaciones en enfermedades graves, conductas violentas o autodestructivas
etc. Y si no se llega a esta “bajada a los infiernos”, que puede ser una
oportunidad para despertarnos, la inconsciencia nos hace vivir como sonámbulos,
en una cómoda zona de seguridad que mantenga alejados nuestros miedos. Y todos
los miedos se resumen en uno: el miedo a la muerte. Sabemos en el fondo que el
personaje que creemos ser no sobrevivirá a ella, por mucho que nos digan. De
ahí que la Tradición afirme la necesidad de pasar por la “muerte iniciática”
para desidentificarnos del personaje. Y una oportuna “bajada a los infiernos”
puede ser la que remueva los cimientos de la personalidad, como veremos en el
Arcano de La Torre, para al fin
comprender que no somos ese personaje que creíamos ser. Aquí cobra todo su
sentido esa comparación entre ser religioso o ser espiritual: religioso es
quien teme al infierno, espiritual es quien ha estado en él. Y ¿no bajó acaso Jesús
a los infiernos?.
TIPO DE SENDERO: De vínculo entre la
Mente y la Personalidad.
DIRECCION DEL SENDERO: Descendente, de Tiferet a Hod. La mente superior de
Tiferet puede controlar los
contenidos de la mente concreta de Hod,
pero no a la inversa.
SIGNIFICADOS: El inconsciente. Los
contenidos reprimidos que conforman lo que llamamos “la sombra”. La memoria y
el recuerdo, sobre todo de las experiencias desagradables. La “noche oscura” en
el aspecto mental, que provoca confusión por la irrupción del inconsciente.
Relaciones con las hijas.
PROBLEMAS SI ESTA BLOQUEADO: Confusión mental.
Atracción por lo oscuro. Miedo o búsqueda de lo “diabólico”, de la “magia
negra”. Naturaleza muy rebelde y destructiva. Creerse “malo” o identificarse
con el “lado oscuro de la fuerza”. Ignorancia, como resultado de mantenerse en
la oscuridad por miedo a que la luz nos revele lo que oculta nuestra sombra.
CORRESPONDENCIAS EN EL SER HUMANO: El intestino grueso, de
frente y de perfil.
PROBLEMAS DE SALUD: Problemas en intestino
grueso y estómago. Pérdidas de memoria y enfermedades como el Alzeheimer (no
querer recordar lo negativo). Cáncer (gestación de algo oscuro). Enfermedades
mentales, sobre todo esquizofrenia (se “dividen” tanto las partes luminosas y
oscuras en uno mismo que la personalidad se desintegra). La alienación puede
llegar a ser tan extrema que se produzcan cuadros de “posesión”.
El origen del mal
La
palabra “diablo” proviene del latín tardío “diábolos”, que a su vez se deriva del griego διάβολος, y significa ‘”el que divide,
calumnia y desune”. Lo diabólico se manifiesta en nosotros cuando nos separamos
del otro, de lo otro, lo que no es como nosotros, o así creemos, y por causa
del miedo nos defendemos atacándolo, no concediéndole ni siquiera en ocasiones
el derecho a existir. Todo el mal que acontece en este mundo tiene ese origen. La
compasión, la empatía, está ausente cuando nuestra atención se concentra en lo
que nos separa, no en lo que nos une. Y, como muy bien dijo el gran
Nisargadatta Maharaj: “La naturaleza del amor es no ver la diferencia”.

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